Del Guayabal:
Cuando el tren del progreso llegó a Turrialba hace 130 años

“Cuanta emoción y escalofriante temor sentirían nuestros antepasados cuando desde lo alto de nuestros montes, con sus miradas fijas hacia El Guayabal, aquella mañana del 7 de diciembre de 1890, como a eso de las 8 de la mañana sobre la planicie de azul, el villorio de Turrialba acurrucado y soñoliento a las faldas del volcán, testigo mudo que nos vio arrancar, de repente es sacudido por el trepidante ferrocarril”.

Llegada del tren a estación en Turrialba
Llegada del tren a estación en Turrialba

Así describe Rafael Ángel Velázquez en su libro Turrialba: un vistazo al pasado, lo que significó la llegada del tren, que entró pitando en los terrenos de la antigua hacienda El Guayabal, donde hoy se asienta la ciudad de Turrialba.

La visión del entonces Presidente General Tomás Guardia prevaleció frente a una fuerte oposición para que el país tuviera salida hasta la costa del Caribe y, con ello, le cambió la vida para siempre al tranquilo poblado de Turrialba, que 11 años después se convertiría en cantón.

El antiguo ferrocarril al Atlántico cumplió un papel fundamental para el desarrollo de Turrialba, ya que permitió fortalecer el comercio entre las zonas central y Caribe del país, el poblamiento de la ciudad, la generación de empleo y el establecimiento de un importante intercambio cultural con Limón y San José como punto de conexión entre el principal puerto del país y la capital. A su alrededor bullía toda la actividad social y comercial.

Sin embargo, un siglo después, en 1990, debido a un fuerte sismo en el Valle de la Estrella, que destruyó las líneas del ferrocarril, se cancelaron las operaciones; entonces la estación quedó a merced del tiempo y desvinculada de las actividades cotidianas de los lugareños.

Vías del ferrocarril en Turrialba
Establecimiento comercial y Teatro Girton. Al fondo el Parque del Triángulo

La Estación del Ferrocarril fue una de las primeras construcciones de Turrialba y, junto a la disposición de la línea del tren, dejó huella en la configuración del centro histórico de la ciudad. Tanto así, que en 1994 esa antigua estación y otras edificaciones de madera ubicadas en el patio del ferrocarril fueron declaradas Patrimonio Cultural.

La vida que trajo el ferrocarril

Antes de la construcción del ferrocarril, la mayor parte de los Valles del Reventazón y Turrialba estaban cubiertos por densos bosques y pantanos. Sin embargo, ya algunos costarricenses habían empezado a denunciar tierras baldías.

El aislamiento en que se encontraban estos valles terminó al llegar el ferrocarril, que se convirtió en el eje de toda actividad económica en la región.

Algunos caminos secundarios fueron construidos poco después de que se terminara la construcción del ferrocarril en 1890, pero no fue sino hasta en la década de 1930 que se terminaron de pavimentar.

Señala Eduardo Bedolla en su monografía La Ciudad de Turrialba: un siglo de evolución histórica-geográfica, que don Jenaro Bonilla ”compra los fangosos potreros de Guayabal a D. Juan Rafael Jiménez, y después electo Presidente Municipal, endosó al Municipio y distribuyó los solares en forma equitativa…” Dejó sendos lotes para la escuela, Jefatura Política, Iglesia, plaza y mercado.”

 

Club Social El Rancho sobre las tiendas de los turcos y Jose González
Club Social El Rancho sobre las tiendas de los turcos y Jose González
Turrialba 1952, gasolinera de don Mariano Cortés
Turrialba 1952. Primera gasolinera, obra del empresario Mariano Cortés

Antes de la aparición del ferrocarril, la población de Turrialba era 100% rural y ya para 1950 era un 22.3% urbana. El ferrocarril influyó en la conformación de los cuadrantes iniciales de la ciudad allá por 1908, los cuales siguieron un estilo español, con su plaza central, iglesia y principales edificios gubernamentales.

Estos estaban dispuestos según la línea férrea y la avenida Central, conocida como La Pavimentada, con dirección de noreste a sureste y las calles extendidas de forma perpendicular a esta.

La estructura principal se expandió a partir de la “tanquilla de Miguel Monge, donde se
vendía guaro contrabando y puros
”, único negocio que existía allá por 1885, según contó don Rafael Valverde, año cuando llegó a Turrialba y que registra Bedolla en su monografía.

También documenta el diario La República del 28 de junio de 1910, que tan solo transcurrieron 25 años para que se encontraran dos iglesias (católica y protestante), caseríos en haciendas con su propio comisariato, diez establecimientos comerciales de tiendas y pulperías, una carnicería y dos panaderías, una zapatería y dos barberías; además de los edificios demandados por el servicio ferroviario.

El crecimiento urbanístico del presente rompe con la modalidad de un continuo de cuadrantes paralelos y uniformes en tamaño y es muchísimo mayor. Lo que sí permanece como mudo testigo de un pasado de progreso es esa estación de madera del ferrocarril al Atlántico, hoy también el símbolo de los productos Del Guayabal como un ejemplo de ese empuje y orgullo turrialbeños.